Se dijo todo,
se agotaron las palabras, usadas de antemano.
Tornaron argumentos a estar solos
y ya se contó lo habido y por haber.
Se contó todo
lo bueno y lo malo,
había que contarlo y ya se hizo.
Al doblar la esquina que ando ahora,
se contaron los cuentos que había almacenados,
en los hueros estantes de la vieja alacena
que colocará con denuedo
la gente sencilla que alternaba,
en franca algarabía
amando u odiando, cada día.
Viviendo a trompicones
contándome historias encendidas
se tornaron feroces las vivencias,
las poesías, el fútil teatro de la vida.
Se contaron las cosas
tantas veces, manidas historias,
repetidas, gastadas de tanto repetir
que ya no resta nada
pues todo se ha contado
y solo queda levar ancla
y andar viva, hacia lares difusos
mientras se intenta conocer
e intimar con otras vidas.
Se agotaron la silabas
encadenadas, sin destino,
a palabras ya dichas, repetidas,
que ya no queda nada por contar
pues todo se contó hace ya tiempo
y solo resta desvestir al contador,
juglar de mil historias,
y confinarle al destino
por tiempo bien previsto
tornándole al lecho
donde dormite la eternidad
y calle su boca para siempre.
Porque de tanto contar
se agotaron el juglar y las palabras.
María Toca Cañedo©