He dejado de correr
de saltar empalizadas todo el día,
cuanto mayores más estimulo ofrecían.
Loca en la vida.
Loca y orate, bien sentida
abrazada cual esclava
a un becerro de oro,
como un turbio dislate.
Dejé de correr, de saltar las vallas
-altas fronteras- hábiles fauces
en donde entraba siempre rauda
buscando, sin amparo, la salida,
apenas contemplados los paisajes
atravesando, rauda, la avenida.
Frenazo en seco, calma y agarre
firme, muy firme, arraigo en greda
pausados pasos caminados
en la frágil arcilla de la vida.
Paré el dislate
aquel que me obligaba
a volar siempre rasante
sin contemplar nada más que la salida
saltando como de una a otra torrentera
rabiosa finalidad sin más matices.
Ahogada en la prontitud de la salida
sin contemplar el deleite del paisaje.
Ya no camino, ya no abalanzo,
ya no me aprieta el ansia de saltar sobre la vida…
Ahora voy lenta,
paseando mientras me acompaña la campiña.
Sosegada, los ojos tibios,
manos prietas. Ya no diluyo
el tiempo en mares de discordia
ni me adentro en oquedades
más que las buscadas en el aire.
Es posible que ahora mis pasos
no sean raudos, como entonces,
que no me acompañe ya la fuerza
…o simplemente, se me calmó el ansia
de vivir de otra manera.
María Toca Cañedo©