Se acaban las palabras para nombrar el tiempo
que nos aqueja ahora,
que nos siembra de pensamientos
ajenos, lúgubres y espesos.
Se acaban las palabras , brota la ira.
la cólera estalla en la mirada
y el dolor aprieta un corazón herido,
masacrado, por lo que ven ojos cautivos,
desarmados, ante el mal, y ante la vida
que lleva a los pobres a la muerte
mientras engorda y engrasa bolsillos
de almas negras, como lumiacos
que brillan y se deslizan por el suelo
campando por angostos caminos
encenagando todo. Manchando con su baba
las sementeras y los vados
que se tornan espesas y cubiertas de lodo.
Atenazando bocas, atando presencias
y dejando en desuso la memoria,
nos grita desde lejos:
que ya no queda nada.
Se cierran las alamedas del alma,
hombres necios amordazan la libertad
mientras la palabra queda corta
para clamar, para gritar, o llorar
por la paz, por la palabra.
Se nos llena el estomago de rabia
los ojos, se acristalan de lluvia
y el grito desgarrado se oye lejos.
Ya no queda nada.