Una brisa, un leve aire,
o un viento despiadado,
roza, a veces, esta herida
y la abre, de nuevo, con envite
de que salga, a trompicones,
el dolor, la rabia y el desaire.
Si se roza con calma y con cuidado,
con la levedad de un suspiro,
exuda leves aires de tristura,
caminando hacia un nuevo desvarío.
Lo malo, es cuando se agita,
se la mueve, entonces los recuerdos brotan,
asoman, como leves gotas de rocío
y se comprimen, con violencia,
los márgenes cerrados de la herida.
Entonces, duele, martiriza
y se llena de sangre, todavía
Santander -4-8-15, 11,57. 565 días sin ti, pero contigo.