Vuelve el Cantábrico con su rumor tan viejo,
a los colores de grisura atildada,
vuelve el aire a teñirse de una nostalgia inacabada
y a desprenderse los olores
que me anudan a una historia de infancia
de sueños, de grandeza, que está aún en la memoria
y se quejan los recuerdos, por dejarlos afuera.
No quisiera que la historia recrimine
por tener la nostalgia recogida
en un rincón lejano de la mente
por eso, llega la tristura y se mece
en las amplias veredas del recuerdo.
Vuelven los días cortos, noches largas,
el tedio de una ventana decorada
con lluvia que no acaba,
aquí, en la incierta obsolescencia,
me quedo, amparada por la inercia
de saberme feliz, tranquila, enamorada,
o al menos, imaginarme que alguna vez
lo estuve y al recordarlo, siento,
como míos y presentes, los recuerdos.
Santander 4-9-15, 13,00.