A veces, me canso, y vuelvo la cabeza
hacia el pasado, que aún está renuente;
contemplo, con mirada del presente
aquel dolor que laceraba y que mantiene
la llama purulenta de la nada.
Me veo, inclinada, ausente,
matizando palabras, aderezándolas,
con la suave sal de muchas lágrimas
y encuentro, que aunque la costura cerró,
e hizo sutura, el dolor más lacerante,
me quedaron costurones en la piel,
que a un roce liviano de un soplo de aire,
aun quebrantan mi placida mañana.
Si vuelvo la cabeza hacia el pasado,
contemplo a una mujer callada,
con frío en el alma, muy tapada,
con la manta que cubre la costumbre
para no dejar que ascienda
el humo de la herida aún latente.
Veo a un ser pequeño, que se encierra
en cárcel de sueños y recuerdos
para liberar alas, cada mañana,
desgranando versos y proclamas.
Por eso, aunque el fuego se apagó
tan raudo, aún, en el rescoldo
quedan pavas, que hieren y calientan
las mañanas, y por fuerza, dejan huellas,
y muy transida, el alma;
porque hay heridas, que si se cierran
dejan más huella, que sangre derramada.
Santander-6-12-15. 19,56.