Volvemos a subir aquella cuesta
a desprendernos de las empalizadas
que sutiles, nos hacen el camino
más lento, abrupto, dejando nuestro aliento
cansado, con la sensación
de no ser nada.
Torceremos la esquina que los vientos
agitan, con los viejos recuerdos,
con las vivencias idas,
con el cuenco
de una vida, que fue huera
o vivida, en compañía,
como si en cada paso se encontraran
los momentos que rodaron
como estiércol, por el suelo.
Caminamos en pos de una cometa
que el cielo surca bien abierta,
contemplando el mar
y siendo, sujetos por el miedo
como pequeños sueños
concentrados, en una silente marejada,
mientras la verdad, es que
apenas, somos nada.
Santander- 6-9-15, 19,37.