Se resecó el alma,
cuando el viento barrió con gesto infame
las inocencias nacidas al socaire
de unas brumas del pasado
que embargaban el tiempo de caramelo,
que distante,
queda ahora, en el recuerdo.
Se torció el rescoldo de amor y simpatía
que embargaba aquella etapa,
de sonrisas, anhelo y ambrosías
cuando todo tenía algún sentido
y no cabían las cenizas en el alma.
Se quebró la vasija de los sueños;
se hizo añicos, se tronzó,
de puro frágil, el destino,
cuando al despertar por la mañana
el día se tornó frío y la escarcha
nubló la sonrisa, mientras el viento
se llevó lo que ansiaba
y más quería.
Ahora, voy juntando los trozos lentamente,
de la vasija aquella,
que contenía, mi corazón y la alegría;
paso a paso, por si puedo algún día
recomponer las partes deslavazadas
y volver a llenarla
con algo parecido a la esperanza.
Santander-12-2-16. 14,37