Te empezaba a clarear ya la cabeza,
se asomaba la nieve en tu tejado
y tu boca se agriaba por momentos
en la mueca ácida del miedo.
Aquél año, en primavera, yo sabía
que tú sabías que era importante
la cita que tuviste de mañana
y que luego me contaste en un instante.
Estaba envuelta en una bruma
como se encuentran las aves escondidas,
cercada, poseída, en una esquina,
esperando, cauta, tu presencia arrebolada.
Al pasar, tú, chocaste la mirada
con mis ojos, que clamaban el momento
del milagro que ocurrió de madrugada.
Tú me viste, yo a ti no,
porque nunca fue bastante lo vivido
y añoramos juntos
habernos descubierto mucho antes,
siendo aun, como fuimos, hijos del viento.
Luego ya, cuando todo se deshizo
nos quedó la primavera,
el tiempo fue pasto del rocío
y fue un milagro habernos conocido.
Santander-23-8-2016