Me recibe la noche en cada esquina,
al subir la cuesta cada día
que me conduce al destino final de la jornada;
pasos lentos, escarcha en la mirada,
en la frente el sello de la muerte
y una cálida luminaria en la mirada.
Emprendo la huida de la vida,
cada tarde, cuando se acaba la etapa,
que comenzó pronto, casi de madrugada;
un día más, otro será mañana,
y me acuesto entre sombras hacinada.
Hay compañeros en mi alcoba
que me guardan; como fieles escuderos
se me amañan. Desfilan veloces por mi almohada
y mis enojos y me encienden la luz
incluso si es preciso, me amortajan.
Son ellos, los fieles que tornan a mi paso
me siguen, haciendo empalizada
entre la realidad y la quimera
mudando cada noche en mi guarda.
Por eso, regreso cual fiera a su guarida,
cuando la tarde cae y se iluminan
las calles, mientras mi casa sigue ahumada
cubierta de sombras y en espera
de que yo vuelva acompañada
de mis amigos, los fantasmas, que me velan.
María Toca
Santander-21-09-2018, 22,58