Años de preguntas sin respuesta. Años de flagelo pensando que la culpa es tuya, por no saber elegir, por no tener vista, con lo lista que eres para otras cosas, en las del corazón patinas con todo el equipo. Años. Y como si nada, sigues errando de la misma forma que la primera. Amigos, amores, socios, trabajo, compañeros… Te habías creído que eras tú, confirmándolo varios psicólogos con los que compartiste terapias aunque la culpabilidad se quedó de tu lado y la pasta del suyo. Tú, culpable porque te atraían los narcisos, que no sabías elegir amigos ni amores porque todos o casi todos, te hacían luz de gas o algo peor. Como el rosario de la aurora.
Decidiste cubrirte las carnes con capas y capas de moldura de acero. Para no sufrir porque veces hubo que el dolor te ahogó y nadie lanza salvavidas a quien mantiene el tipo y dibuja una sonrisa en los labios de amabilidad. Aunque sepa a amargura y más que sonrisa se convierta en mueca esculpida en la escayola firme de una persona amable. Acero blindado y capas de coraza tortuguera para blindar un corazón que se mostraba ebrio de emoción a poco que los sentimientos rozaran el epicardio. Aunque fuera poco, con una mera caricia te saltaban los goznes. Ablandaba y el dolor se servía en bandeja de planta.
A base de buscar, de horadar los recovecos de tanta terapia y de insulsos escritos descubres que hay gente que tiene una sensibilidad especial. Como la Piel de Ángel de esos niños que no pueden ser tocados porque se lesionan. Igual, pero en el alma. Te hacen un test alguien experto y das todo. Todo. Y se te queda mirando como si fueras una rareza a estudio. Se repite una y otra vez el test, cambian las preguntas, reorganizan el formulario. Da igual. Vuelta a saltar las alarmas. Das en todo. Eres una PAS de manual.
Sin mucha piedad, te explican que tienes un radar especial para palpar emociones, empatizas demasiado, te dicen…y no lo entiendes del todo. En tu caso es un demasiado hasta el asombro. Casi premonizas, afirman expertos. Y tú entiendes ahora cómo has sabido siempre las cosas antes de que pasaran. Como has adivinado dolores ocultos, lágrimas viejas y duelos oscuros. Premonizabas todo menos los sufrimientos propios a los que sucumbias , quizá a sabiendas, de forma inexorable, como si fuera un destino guiado.
Te explican que tu ansia de amor y la pulsión cuidadora te ha llevado a colgarte (sí, colgarte, aunque lacere, esa es la palabra) de todo aquel sufriente. Crees en tu poder curatorio, espetan, ahí está el drama. En tu capacidad para enhebrar las heridas a base de amor, comprensión y perdón. Ahí es donde se te embarraba el drama y te enlazabas con los canallas.
Les preguntas con un hilo de voz si es casual que hayas tropezado tantas veces en el mismo pedregal. El de los narcisistas. Sabes que solo un 1% de la población es narcisista, o eso dicen los libros. Entonces ¿han estado todos acechando tu paso? Claro, te responden. Porque ellos son la zona negra de tu parte blanca. Ellos necesitan seres como tú para sobrevivir porque son fagocitos de empatía, de amor, de simpatía. No tienen nada de eso y en vez de adquirirlo o disimular con prótesis sociales la carencia, la roban. Vuelan atraídos por las emanaciones de los PAS para absorber las esencias, cual sangre joven liba Vlad Dräculea. Ellos te atraen y se atraen. Por eso han pululado por tus zonas como mosquito al final de verano.
Y lo entiendes pero no te consuela. Recoges tu nueva sorpresa y la guardas. Así que eres una PAS, una Alta Sensibilidad y maldices por ello. Porque has sufrido más de lo necesario. Has sufrido por lo que nadie sufre, antes que nadie sufriera. Has intuido todo el dolor menos el tuyo. Has abrazado todas las emociones menos las tuyas. Has sido la mejor amiga, consejera, amante, novia, esposa…En todo has sido la mejor, menos amiga tuya. Y te desmadejas con rabia de saber que naciste marcada.
Luego te reflexionas y recuerdas las historias que imaginaste al ver a la chica del bar con los ojos tristes. Al escuchar una historia que luego desarrollaste o al leer una noticia con la armaste un relato que recibió premio, o lectura, o gusto de hacerlo. O el poema que brotó de una mente porque no podía más y se ahogaba. Y recoges los desprecios, las afrentas, las burlas y haces con ellas un hatillo del que saldrá una nueva novela, o un poema o algo para contar. Y entiendes por qué la música te hizo vibrar aún sin entenderla o aquél cuadro te sacó lágrimas aún sin saber ni el estilo ni quién lo pintó. Y recuerdas el disfrute del arte, de la lectura, de la música aún sin teorías y casi sin conocimientos.
Y sonríes feliz porque te sabes habitante de un mundo paralelo que sobrevuela por encima del real. Te sabes la más desgraciada pero nadie ríe ni ama con tanta fuerza como tú. Y te sabes feliz porque haciendo balance, compensa.
María Toca
Con simpatía y solidaridad a todas/os las PAS de este mundo que somos multitud y le hacemos un poco mejor.