tras los cristales llueve
y unas gotas menudas
me decoran la vista
como lagrimas breves.
Los otoños se alejan
con el paso cruzado
por arrugas del viento
y tormentas de hielo
que auguran un invierno
crudo, torvo y hambriento.
En mi casa –y la tuya-
hay silencio de nuevo;
se cerraron las puertas
y entornaron dinteles
para que no traspasen
las nostalgias tan leves.
Y en silencio, me siento,
a drenar los dolores
mientras hago poemas
con la sangre aún caliente
que me brota, tan densa,
por las viejas ofensas
y agravios tan nuevos.
En el hogar me escondo
-parapeto del miedo-
levanto empalizada
me resguardo del viento…
Mientas afuera llueve
y el plomo se hace nube
que huye, torva, a otros lares.
María Toca Cañedo©