Se rompen los ojos ante ellos,
el misterio de no saber que hacer
ensimismados en la propia procedencia
y ahítos de comer.
Ellos, ellas, las madres que amamantan
el miedo y el despertar vacío
cuando la nube enmaraña la montaña
y el miedo hace de guardián.
Aquí, fulminados por la inercia
acallados por vacuos despertares
nos gritan. No oímos. Dejamos fuera
la duda… seguimos andando.
Andando por el camino
que esculpe la inercia
y la memoria se finge
vacía, sin nada que contar.
Los ojos ciegos al espanto,
la mano cerrada, sin demora
para que nada se nos escape
y los oídos, cerrados a la suplica
que clama, la carne yerta del que huye.
María Toca
Santander-21-01-2018, 20,40