Hay un hueco profundo entre el pecho y la espalda
que se enfría o se caldea según el día…
Un hueco labrado a base de confusos
dispendios, malas artes y ciertas soledades.
Un hueco, duro, que a veces se enrabieta
gritando contra el dolor de no ser nada.
Ese hueco me nació mientras crecía
aprendiendo que hay escalones que parecen insalvables,
escaleras que se suben o se bajan
dependiendo de las cosas que se escapan.
La oquedad que anida en mi pecho
intenté llenarla con palabras
que brotaban justo de la desesperación que me embargaba
en noches ciegas y días sordos que manaban
de una vida aislada y solitaria en mi jaula.
A veces, la música también me rellenaba…
Llegaron noches, puños de lava encendida
que socavaron y urdieron el dolor de ser distinta
y a poco que me dejé, me laminaron
con la certeza de ser alfombra bien pisada.
Ser mujer, nacer en sitio equivocado,
tener una sed implacable de amor
y tender puentes hacia parajes encontrados
me hizo reo de dispendios y a veces
me urdieron el pecho en soledades.
Por eso no equivoques mi puño y mi certeza,
no es seguridad, es pura duda
y el silencio que sellaron mis labios aquel día
cuando descubrí que ser mujer, siempre dolía.
María Toca
Santander-13-01-2019. 13,11