Se me fue escapando la esperanza,
cuando te fuiste, y antes, desde que el tiempo
se cortaba con acero,
se diluyó como un rio por senderos
de banal incongruencia,
en pedregales de grandes decepciones
y en mares de sombrías creencias.
Se diluyó, como se van los sueños,
callando, sin hacer apenas ruido,
contemplando la ventana en silencio,
comprobando que allí no queda nada.
Se diluyó entre montañas de fracasos
y entre cumbres escarpadas,
que para andarlas tengo que levantar la vista
y correr, aunque esté como ahora, cansada.
Cada día, al abrir los ojos, intento renacerla,
cubrirla con el velo del deshielo,
sembrarla, socavarla de unos sueños
que me niego a que caduquen y perezcan.
Por eso, aunque, se diluyó hace mucho,
cada día me nace una nueva esperanza,
como cerezo en el estío, floreciendo
abrevada por sueños, por amigos,
por la experiencia de que nada importa,
apenas unos cuantos amores,
y pocas cosas más, son esenciales.
Con eso, me consuelo, y me nace
a trompicones, con dudas, pero vuelve,
el sutil vuelo, de ilusiones y desvelos.
Santander 28-3-15, 14,57. 433 días sin ti, pero contigo.
sí, claro y muchas cosas que desfilan por una vida que pesa. Pero lo último vivido…me deja un amargo desencanto. Pensar que la condición humana está presa de cosas tan banales, como la envidia, la rivalidad, la frustación personal desviada hacia el adversario… Todo mata la esperanza. Pero como soy vitalista total, Luis, hay que sacar esperanza hasta del fracaso. Un abrazo.
Tal cual Cholo. Y gracias