Cuando el naufragio se hace interminable
cuesta guardar los restos de ese viaje,
que dilapida el tiempo y la memoria,
y lo deja para siempre, anquilosado
entre los anaqueles de la historia.
Con calma, cuando se pase la tormenta,
podremos, subir de nuevo a bordo
a rescatar la belleza del escombro
de una vida, desconchada
que alienta, en un frágil suspiro
las esperanzas banales de un retorno.
El tiempo, como buen compañero
destila su caminar pausado
curando, alentando al peregrino
entre los pasos quedos de un invierno
que trémulo se ciñe al desencuentro
del futuro y del presente, incierto
Santander 3-11-14. 13,31. 283 sin ti, pero contigo.