Es la hora del milagro aparente,
prodigio cotidiano que me lleva
a desear permanecer más tiempo
aquí, frente a una página en blanco
con la mente transida
y el poema en la mente…
Es el atardecer.
La hora en que se pierde el sol
se llegan las nostalgias
que luego, volcaremos
en folios con mil alas
que correrán al viento.
A esta hora, hacia el este
el sol estará huyendo, escapando
de ruinas de hambres candentes.
A esta hora, hacia el este,
hay calcinado un cielo;
el adobe ha huido y la escarcha no vuelve.
A esta hora, a cualquier otra hora,
un poco más al este,
hay una ciudad que trocada en olvido
con sus muros desechos y su frentes cautivos
se despide del tiempo
tan leve, que ha vivido.
A esta hora, hermana, un poco más al este
hay llanto de unos niños que no encontrarán alivio.
A esta hora, un poco más al este,
no queda ya esperanza,
ni atardecer solaz porque el viento borró
la esperanza y la vida.
A esta hora, mi hermano, allí, en el este,
existe una ciudad perdida que ni llora ni grita
porque quedó transida entre bombas y muerte.
Mucho me temo, hermana
que a esta hora, a cualquier otra hora,
las vidas, los vivientes fantasmas
se queden en olvido
y nosotras sigamos con el verso
contando endecasílabos.
María Toca Cañedo©
Santander- 10-05-2024. 18,36