Quizá perdiera el hábito de cantar
o el de pensar enrabietada
cuando el mundo se me ofuscaba en la mente,
mas nunca perdí el de sentir,
el de derramar lágrimas quemadas
por el surco amplio de mi rostro
haciendo camino al dolor
rellenando de agua tibia
el remanso de paz que el vacío deja.
No perdí el hábito de amar,
aunque las formas se simulen diferentes.
aún me emocionan unos ojos
que se fijen en otros, renuentes,
la sonrisa feliz de un niño chico
que se siente confiado y en espera
de que el mundo se trastorne en juguete
y él, pueda, descubrirlo con ojos solapados.
Aun siento emocionarse mi alma
con una voz, con una palabra, con un requiebro
con la lenta agonía de la tarde
dejando el impulso de una vez
envuelto en unos brazos expectantes.
Aun no he perdido la costumbre
de amar, con ímpetu, con áspero
y cansino desespero.
Mientras tanto, en espera, de perderle
camino enlazada en una sima
que me lleva de la pasión
al lento desenfreno que siembran
los caminos, en el desespero