Yo no quiero hacer poesía de colores,
bonita, alegre, como algodón de azúcar,
ligera, dulce, placentera
que no tenga fisuras, ni corte las conciencias.
Mi objeto al tomar la pluma y escribirte
es golpearte en el alma, toda entera…
dejarte sin aliento, cortar carne
y que en la herida entre vida,
la realidad que a veces parece inexpugnable.
Quiero abrir goznes, levantar barreras,
hacer caer fronteras y luego, con tiempo,
hacer que la palabra se me crezca
en el seno, apacible, de la historia
esa que se escribe con sudores
y el temblor de manos de plebeyas.
Quiero que la poesía se use por bandera
que libere al esclavo, al cruel hiera,
y al esbirro le deje muerto en la cuneta.
Que ampare al niño, a la madre que llora,
al enterrado entre olas salinas, que navegó,
esperando un paraíso, soñando
en noches sombrías, con eludir la muerte
para conquistar la tierra firme,
arribando al nuevo mundo, entrar en él,
y sentirse parte de algo intangible,
en pleno desorden, premiado con la suerte.
En cambio yace, impotente, en una fosa
del mar común que nos separa.
Quisiera fuera útil, mi poesía,
al exiliado, al errante, al desmembrado
o al que grita y levanta el puño y la cabeza.
Sueño hacer lirica que al preso libere de cadenas
y al patrón le enrabiete, le deje fuera…
que se use como estandarte
en largas marchas preñadas de ideales,
de sueños, de combate.
Que la enarbolen los nadies, los apátridas
y, al fin, sea un poco tal que la simiente
de victorias futuras, de luces encendidas
tal que luminarias prendidas en las velas
que irradien futuros sueños y utopías.
María Toca Cañedo©
Santander- 15-06-2023. 17,47