Nos matan la esperanza, nos la roban,
los que dicen que todo está inventado
que sometamos la libertad a su criterio,
nos matan la ilusión y se la quedan,
como vano trofeo de batalla.
Me niego, me retuerzo y desespero,
no quiero que me la quiten, no,
espero infiltrar con los poemas,
míos, de muchos, de tantos, como sean,
las bases de sus sucursales, de sus bancos,
de sus casas, de su podridas empresas,
de su miedo.
Los llenaremos de carcoma dolorida
hasta corroer sus cimientos por abajo,
dejando el esqueleto de sus huesos
al aire, mostrando sus miserias.
Sin armas, con el verbo, con la voz y la palabra,
con las ganas, con la alegría,
esas serán las armas de batalla.
Nos la quieren robar,
guardemos la alegría bien guardada,
porque se saben pequeños,
y les derrota cualquier cosa,
sobre manera, les detiene, la palabra,
esgrimida con doliente razón
por todos, por el pueblo, que los sufre.
No están preparados para sufrir este desgaste,
por eso, no cejemos el empeño,
con paz, palabra y alegría,
provoquemos el holocausto de sus huestes.
Santander-20-9-15, 22,02.