Pasa el tiempo con silencioso tino
que más parece agua corriendo
por veredas vacías, por rastrojos,
que sinuoso destino;
escarcha las horas con un tibio rocío
que cubren penas, recuerdos y destino
como manto de sombras, el camino,
amparando las ventanas del estío.
No hay voz que clame
en la obturada noche,
ni mal que aprese alma dolorida,
porque lo que ocurrió
ya no se mienta en la calle
bordeada de la vida,
porque más que recuerdos, son heridas.
Son flechas doloridas,
con espantos callados
que ciegan la memoria más que a ratos,
escapan las dagas del recuerdo,
como hiriendo de nuevo al alma enardecida.
El Puntal, 25-7-14. 183 días sin ti.