Un silencio que atruena la tormenta
que se desploma en lágrimas de lluvia
y mece a los árboles en contradanza
de la música tocada por el cielo.
Una tarde tranquila y silenciosa
truncada por el grito de la noche
que intenta apaciguar con suave barboteo
la luna en la cúpula del alma.
Meciéndose, suave, está la anciana
que recuerda los níveos estantes
proclamada, la memoria, vibrante
entre las llamas de su nostalgia
arrebolada de vida terminada.
Es la casa feliz de la costumbre
decorada con esparto y dulces concordancias
de escuchas, de rumores, de risas,
de una infancia perdida y rebuscada
entre los viejos anaqueles de la vida.
María Toca
Santander-2-12-2018. 0,24.