A veces las nostalgias se nos ponen rebeldes
provocan un incendio en un solo minuto,
con tal ímpetu, bravo, que no puede apagar
el raciocinio escaso del cerebro guardián.
El sentimiento grávido, ni sofocarlo puede
porque se adhieren fuerte, como musgo a la piedra.
Los recuerdos tenaces que brillan en la frente
se anclan con premura fagocitando todo…
y se nos hacen fuertes.
Carisma de horas leves
que vivimos entonces, cuando éramos tan jóvenes
que el mundo en un instante se abría como nuevo
y cruzaba los valles de aventuras y lances.
Tiempo en que todo era estreno,
leves horas, como nubes, tan leves,
que apenas se han visto,
raudas se desvanecen.
Las horas y los días, discurrían deprisa
tan lene que no nos percatamos
que el tiempo volaba tan veloz, como ave de paso
que no anida ni espera.
Envueltas en pasiones, regodeando días
con música estridente, apagando los fuegos
que las burdas pasiones, levantaban del suelo.
Y nosotras amábamos, a cada rato un poco,
tomando el cielo en pedazos,
mordiendo con ansia los minutos
y comiendo los ígneos ardores
de nuestros cuerpos jóvenes
que corrían veloces
en pos de eternidades.
Felices, éramos tan felices
que siempre lo ignoramos,
pendientes, como estábamos,
de vivir aquelarres, fiestas o besos suaves.
Porque en tiempos felices
la alegría es tan amplia
-tal que una borrachera de buen vino que alegra –
que apenas se distingue, el tiempo,
de los daños…leves, colaterales.
Es el recuerdo
quien hace el diseño y coloca
las cosas en anaqueles breves
donde ahora que fue ido,
lo buscamos deseosas
de volver a sentir, como entonces, instantes,
tal que tea encendida, en rescoldo, tan solo,
sin brío, apenas un pábilo a medio consumir.
Al fin todo torna añoranza
de volver a encontrar en las esquinas idas
los momentos de entonces,
las horas bien vividas y los besos robados
Envuelto en celofán gastado
enmohecido y leve…
así están los recuerdos,
guardados en trinchero cerrado.
María Toca Cañedo©
Santander, 24-07-2022. 21,38