Las palabras se tornan susurro
que cuentan quedamente
lo que la mente oculta y desespera,
porque no sabe ni oírse
ni contar que antecede y que espera.
Tintinean las letras,
que no pueden expresar
el pensamiento girando en torno
a mil gritos de voces, que solo callan
los recuerdos perdidos
en el laberinto escuálido
de la mente que enferma
soliloquia sola, con la espera.
Sueña hallar el tiempo en la memoria
que sobrevuele el estupor;
escuchar los versos y al poeta,
que mira, observa, se los queda.
Y allí en el rincón recóndito, espera
encontrar la nada cotidiana,
el ancho pulular del abrupto camino,
que de pronto abre veredas
en la mente fértil que se esmera
en liberar las tibias sementeras
donde verter las palabras
y sentir los versos
como fresco rocío en madrugada
cuando nadie espera ya nada.
Santander 28- Noviembre-2013