que sonaba en tardes invernales
mientras yo trabajaba
o simplemente, escuchaba
entre algodonosas nubes
turbias unas veces,
las más, quebradas -tristes tardes-
mientras el tiempo labraba vida
tejiendo, cual araña, una tupida red,
marañas de costumbres.
Esa sonata, apenas solapaba
la rutina concisa en que vivía
-días, noches, solitarios pasos por senderos
en donde nada sorprendía-
usurpando, a veces, las tormentas
o los negros presagios
que guardaban, celosos,
un futuro incierto, envuelto en brumas,
intuido, triste. Inabarcable
cual marea concisa que se precie.
La música lejana que me llega
Ahora, sentada en mecedora
cubiertos mis hombros
con el manto de dudas
mientras contemplo desde lejos
enjuta y disimulada, en la ventana,
el paisaje, tan visto y socorrido.
La melodía tibia
me sugiere nostalgias…penas
y sulfurados días ya pasados
que torvos, amalgaman
la senda inabarcable de la vida.
Quizá fuera añoranza
la que nos envuelve la mirada
o el cristal sutilmente empañado
de noches inconsistentes o alboradas
que apenas dejaron rastro
y que fueron paso a paso, construyendo
mi torva equidistancia…Mi morada.
Hoy , sentada, yaciendo
de tanta vida accidentada
escucho las viejas melodías
tal que entonces
…y me calman,
sugieren, livianas al oído,
la triste vanagloria de una vida
vivida con angosturas y pasiones
al fin, resumiendo: rauda y malgastada.
María Toca Cañedo©
Santander-2-4-2022, 12,43