Que me cansa el dolor si es banal
y las sombras sin reflujo de esperanza,
me cansa la mirada aterrada
de quien nada espera y calla.
Me cansan los ojos que no ven
las vidas que se pierden
como caminos rotos ante el mar
que lo cubre de ceniza y se pierde las huellas
entre las sombras fieras de la muerte.
Me abruma la sensación pendiente,
de ver umbrías siluetas,
la figura certera de una gente
que dejan de mirar, por estar quietos,
seguros, confiados de su suerte.
Me cansa la mirada cobarde
y los ojos que callan lo que ven
aunque los hijos griten y se espanten;
están mudos, quietos, beligerantes.
Santander 1-8-14, 11,23. 194 días sin ti