Que daría yo porque manaran las palabras
en torrente fluvial por mis entrañas
que regarán campos yermos, en secano
para fecundarlos con su aliento soberano;
recoger, luego, la siembra
en forma de versos, cuentos e historias
alimentando estómagos hambrientos.
Fuente fluvial, torrente de pecado,
manantial que no cesa ni en verano
y siempre está dispuesto, en la mano,
cuando intento sembrar con la poesía
el predio de una colina, agreste por impía.
Daría por tener perennemente
la prestancia del verso en el camino
donde brotara, fresca, la palabra
y nunca jamás, la fuente
de la que mana la trova, se secara
porque de ese manantial, se surtirían
los sedientos que cerca caminasen.
Con eso apaciguaría mis afanes
cumpliría, de largo, con mi anhelo
de escribir, contar, como en celo
las quisicosas que fluyen en el verbo.
Santander-21-7-2016. 18,18