En la hora perdida donde el reloj se para
y se juntan los cielos,
con la tierra, en un verde solsticio,
justo en esa hora, cuando el día termina
y la noche se anuncia
me pregunto renuente ¿dónde estuvo el dilema?
¿Dónde hayamos el punto de cruzarse caminos?
y también ¿por qué la soledad arrecia
y se apresta la muerte a salir tan temprano?
Son preguntas frecuentes.
Son cuestiones ardientes.
Sencillo, para el resto del mundo
se me hace pirámide y me arrastro
por nidos en busca de sustento
de sentires pequeños.
Son muy poco importantes
las cosas de este mundo,
que se crecen pequeñas
las que a mí se me esconden
y se tornan venganzas.
Son placeres difusos los que tornan vacíos
los que a mí se me escapan:
Un abrazo de un niño, una mirada,
un beso, un aliento encendido…
Dejaría la hacienda, y mi vida y mi tiempo
por las cosas pequeñas
que a mí se me niegan.
Por eso me pregunto
¿dónde estuvo el infierno?
María Toca
Santander-24-08-2018, 23,52.