Y si nos callamos un momento
dejamos calmar la tempestad,
callamos, escuchamos este viento
y nos ocluimos un instante
como parte de la minúscula
península que forme una buena paz.
Si cerramos los ojos al socaire
y descansamos el cuerpo en el mar
podemos rodar como guijarros
auscultar tiempos y libertad.
Por eso, auguro un campo de silencio
de calma, de cansina dejadez
donde todos, o algunos,
encontremos el momento
y la suerte de no ser, de no estar,
de desaparecer como el polvo
empujados por un viento solaz.
Cuando las espadas están altas
cuando el camino se torna pedregoso
lo mejor, amigos, es callar.
Santander-29-6-2016. 16,29.
Para calmar los tiempos, mejor silencio, mejor nada que grito.