Quiero drenar por fin
las flores de amargura
que bordean el camino, lo atenazan,
lo llenan de aire de óxido turbio,
incluso, bordeando mi casa,
la encenagan, oscurecen mi ventana.
Quisiera ahogarlas, dejarlas en secano
o arrancarlas con mis propias manos
por ver si dejan de bordear senderos,
esos que camino, cuando vuelvo, de noche,
cansada, al hogar, buscando el seno
que me torne al lugar de donde vengo.
Quiero esquilmarlas, aunque reconozco
que son bellas las flores de amargura,
incluso a veces lucen
con la rutilante voz de la poesía.
Así es, no lo niego. Tan solo unos instantes
aparecen los pistilos al acecho,
justo, cuando las miro,
me cautivan, me roban la sonrisa,
y a poco que me deje,
convierten mi alma en un desecho.
Por eso, quiero arrancarlas
dejar la tierra que las alimenta
en un tibio barbecho
y plantar, a la vez, flor de esperanza,
que de nuevo, invada mi costumbre
y me lleve de nuevo hacia mi casa.
Santander- 15-12-15. 10,50.