Entre las nubes anchas que cruzan lentamente
y el acidulado mar que contemplo en la tarde
se me escurren las horas. Abrazo la tristura
de esos soles que pasan, con el lento mirar
de una jornada incierta, que se escapa tan lenta
que apenas deja huella, ni recuerdo, ni sombra.
Esa lenta agonía que no mata ni apaga
tan dulce que nos mece los sueños
de tristuras vacías; hoy, aquí, en esta hora,
me deja con los ojos abiertos,
mientras la lluvia queda,
desliza su apergaminada huella
por el cristal ; y mi cuerpo se abreva,
se funde, hasta hacerse todo agua
y correr cual manantial,
en pos de esas lágrimas que son vida
y dan forma al silencio que se descubre
cubriendo cual visillo el momento vital.
Porque apenas somos tan solo unas lágrimas
que Dios vierte en la tierra, al fin,
como cualquiera, nos fundimos en agua,
polvo y un poco de sal.
María Toca
Santander-29-10-2019. 18,27.