A veces caen los días en los enchalinados ojos
Se retuercen las tardes como gárgolas muertas
Dejando ir el tiempo que yace ente tinieblas
De nacaradas frentes, de inciertos pensamientos
Como yace la vida en brazos de la muerte.
Hay días que la noche amanece
En la calma certera de una madrugada
Quedándose el tiempo prendido
De una mañana escueta, fría, lóbrega
Y no se sale de ahí, se mecen los recuerdos
Con lacerado lazos que duelen
Que desgajan la piel hecha jirones
Como heladas yagas que expulsan
La mirada de su yugo acabado
De un tiempo ya pasado, yerto
Vacio, huero, que solo deja el poso
De un recuerdo vanal, de madrugas plenas
Y de vida cantada por poetas sin voz
Ni mañana, ni luego.