Esa tarde que el cielo cubrió de sombras,
esa tarde, en que los cristales, crujieron
ante las lágrimas espesas
que cayeron del cielo, en un instante.
Esa tarde: tú, estabas ausente.
El rincón de tu sofá clamaba en soledad,
el hueco que dejaste al huir
evadiendo la costumbre
que tu presencia, imponía en mi hogar.
La tarde gris, plomiza, en que reconocí
que el paso de los años alentaba
la nostalgia, el humo liviano
que cubría, espeso, mi memoria
y sentí los pasos, quedos, de la sombra
que imprime la soledad, a la costumbre.
Esa tarde, me apreté fuerte la frente
para no pensar, dejar fuera el combate
que impide reconocer la suerte
de saber que el tiempo no detiene
el lento discurrir de la rutina.
Esa tarde, sombría, calma,
como otras, me dejó el alma desnuda
y sin aliento, reconocí,
con cierta mansedumbre
que añoraba tu calor en mi almohada
y que jamás, pude amar, como entonces.
Santander- 29-5-2016. 0,40.