Atada con un nudo a la cordura,
levemente ligada, casi suelta,
por un cordel fino, invisible,
sutura de la frágil complacencia
que une la prudencia a la locura.
En las nubes, la cabeza bien altiva
levemente inclinada y a la vista
del horizonte que me nubla
contemplando el camino
que se resta por andar en lontananza.
Y en lo alto, la longeva vesania
que me nubla la cabeza y el aroma
del rocío en la mañana
lavándome la cara, bien lavada,
antes de caminar por el mundo
labrado a golpe de sueño y fantasía.
Los pies horadando la tierra,
levantando el polvo al caminar
y la cabeza solapada por las nubes
en derroche de locura
que intento esconder y no se puede
porque lo evidente, no precisa
ni demostración alguna
ni un tímido reproche.
María Toca
Santander- 16-07-2018, 23,46