Horas o días, que la guadaña aprieta,
junta la bacanal, en el recuerdo,
con la tibia rebeldía
en que viajar me azuza
por los caminos trillados de la era.
Años que pasan y se fugan los tiempos
en que reír era morada quieta
donde se mecían las horas; y las quiebras,
se unían para seguir andando.
Hoy, en cambio, las horas se diluyen
en el espanto, mientras la perpleja lisonja
de una yerta, que llega siempre a deshora y lenta.
Como cae la lluvia en la pecera
van pasando los días
mientras aprieta al alma
la furia dolorida, y se estrecha
la herida, abierta tras la flecha
que lanzó la vida, sin derroche.
Como si no se sintieran los ruidos
y los sueños se aplacaran, de noche,
cuando las sombras cubren la algazara
y todo parece cubierto por un velo
que atenúa la marcha en su mañana.
Santander-17-1-16. 15,52.