buscando el abrazo vacío que hice aire;
hoy, caminé entre brasas, sin quemarme
mientras la amanecida se me abría.
Hoy, busqué el lazo donde asirme
porque la sima voraz abría fauces
temiéndome que de un bocado
la fiera de la vida, me tragara.
Palpé con ansia las puertas torneadas
por si al voltearlas, se me abrían,
mas no pasó nada de ello,
tan solo silencio y calma
que rodearon mi guarida.
Ansiaba un amor de madrugada,
sentir el pálpito breve de la vida,
el calor de un cuerpo mientras
abrevaba la sed que nos partía,
mas solo hallé soledad bien repartida.
Hoy, al atardecer añoré
la mano amiga que tendiera
para asir la dulce y tenue compañía
que ofrece calor de hogar, ternura
y sueños, sutil ensalmo de almas
que andan perdidas por el suelo.
Hoy, al fin, eché cerrojo a la escalera
que me suele subir hasta azoteas
donde atisbo los sueños que me alteran
y preveo que hacer en cualquier ruedo.
En soledad, prendida la mecha de la vela,
en oscura complacencia y desamparo,
me tiendo yo sola en el lecho
rodeada de recuerdos, o de anhelos
-nostalgia de tiempos idos-
en vano intento de consuelo.
María Toca Cañedo©
Santander- 18-05-2023. 21,58.