Unas gotas de rocío en mi mesa
que se llena de vagos estertores
cuando abro la ventana, cada día,
y me llegan, atenuados, los rumores.
En el vaso, me tomo la vida, cual cicuta,
en mi plato, alimentos que completan
el ruidoso perecer de un cuerpo
que a pasos de gigante se me enerva.
En el escritorio, un dios pequeño,
que me dicta a toda hora, las reservas…
Y mi alma, anda a trompicones en destierro
de saberme usurpadora, a veces zafia.
Ordenado, por colores y prebendas,
andan las historias, a rebufo
de saberme subsidiaria de los hados
y heredera de pasiones fiduciarias.
María Toca
Santander-22-04-2019. 11,53