Volvemos a subir aquella cuesta
a desprendernos de las empalizadas
que sutiles, nos hacen el camino
mas lento, abrupto, dejando nuestro aliento
cansado, con la sensación
de no ser nada.
No ser nada o ser solo un escorzo
que trasmuta, en polvo
tan liviano
que apenas deja rastro en el espejo.
Abandonado al borde del camino,
un rastrojo, tan solo un guijarro
que se mueve apañado por el viento
sin más voluntad que ir socavando
los oscuros cimientos de las sombras.
Mirarse en el espejo de la ausencia
contemplar la transparencia de la senda
y ver, que callada,
se mueve la conciencia,
entre el cañizal y la galerna.
Subiendo la escalera de la nada.
Santander-6-9-2016. 18,43