Temblar la piel, cuando me mira
contemplando en silencio como su mano
se posa, con calma, en mi espalda,
mientras leemos la poesía, sentados,
entre el quicio de la puerta y el recodo
que da al jardín que él cuida tu esmero.
Escuchar la música que dice
mejor que las palabras, lo que pasa;
tomar, con suavidad, ese café
que humea el cristal, mientras se enfría
a la vez, que los ojos se pasean
por el porche, acariciando la cancela
que cierra el tiempo y nos recrea
en la tibiedad de una noche
a la que amparan las sombras de estrellas.
Soñarse mientras caldea el alma
y se despereza el sueño, sin reproche,
con la calma y el alborozo que produce
vivir en paz, sin trémulas batallas.
Así sería el festival certero,
esa mi jornada placentera,
el sueño, que acaricio cada noche
y que me deja exhausta y sin recelo.
Porque, a estas alturas de la historia,
tan solo ansío, calma, pereza y desajuste
y un suave aroma que resalte
el tiempo y la quietud de un alma pura.
Santander-22-12-15. 15,23.
Un abrazo, Olga