Se mueven a lo lejos, las hojas fenecidas,
agitadas y hueras, en pos de un destino
que las une a ese viento, que las mece sin pausa
para hacerlas huir del camino perdido.
En las horas aciagas de la penumbra tibia
donde se amplía el tiempo y se pierde el olvido,
allí, donde los días suceden a deshora,
allí, se junta el viento, con la brisa que sopla
cumpliendo los destinos, y los cubre de sombras.
Como esas hojas muertas, mecidas por el aire,
las lágrimas se agolpan, en la pesada tarde,
donde el recuerdo se une, a la copla distante;
así, se queda el tiempo, menguado y displicente
uniendo la memoria, con el amor y parte
hacia rumbos perdidos, que ya no quiere nadie.
Santander-30-9-15, 18,38.