Rodearé el mar con muñones de espanto
me dejaré la piel en el rincón que encuentre,
entre llamas, recóndito, de pensamiento
y al fin, rastrearé el aliento
de aquellos besos muertos,
como muere el olvido,
enhebrado a los vientos.
En la memoria vaga quedaron
los momentos perdidos,
y los que se fueron.
Los que no vivimos,
se perdieron envueltos
en alas, que se enredaron
en palabras no dichas,
y besos que nunca se dieron.
Al fin, tan solo, se quedó un tiempo
atenazando furias de sentimientos hueros.
Hoy, abrazada al vacío
que yerto me concede alimento
y mantiene mi vida, sin fe,
apenas sin aliento,
mientras, en la maraña
de las luces de invierno,
se me quedó prendida
el alma, sin recuerdos.
Santander-2-10-15. 22,26.
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