El silencio se cernía por las calles
como velo enfebrecido que se filtra
entre luces y lluvia; se acababa
un día cualquiera. Era tarde,
tú recogías el pequeño templete
donde agonizas las penuria cada día.
Un perrillo en su cuna te acompaña
fiel, orondo, bien criado, es seguro
que come de tu plato al mediodía.
Esa es toda tu pertenencia, y quizá
algunas monedas, que displicentes
te caen en la escudilla
que antepones al viandante, sin mirarle…
Yo caminaba deprisa, hacía frío,
el cansancio de un día atravesado
me combaba la espalda demasiado…
Marchaba rauda, casi sin fijarme
cuando tus ojos se chocaron con los míos.
Había frío, desamparo, soledad y recidumbre,
en los tuyos, en los míos…solo prisa
por llegar a alguna parte.
Tú en cambio, con paciencia recogías
la endeble rutina de tu día.
Una mesa pequeña, una cuna,
donde paciente reposaba tu perrillo
también una tímida escudilla
con tibias monedas tintineantes.
Poca cosa. Quizá para ti eran bastante.
Ignoro tu aposento y tu rutina
de viandante por el mundo sin destino.
A mí me esperaba el templado hogar
que dejé en espera de mañana;
a ti la gélidez de algún refugio,
un jergón, una tibia sopa y un rincón,
donde, calmo, descansar de tanta vida
tú y tu perrillo tan cuidado .
María Toca
Santander-30-01-2019. 22,50