Reconozco una incapacidad manifiesta para el circunloquio. Eso de deformar con palabras una verdad oscura o sangrante, me molesta y me supura. Llamar gobernabilidad, cuando se trata de compadreo, me resulta escandaloso. Llamar liberalismo economicista, a la especulación y el esclavismo, me prostituye el lenguaje, lo interiorizo como insulto personal.
Y nos acostumbramos. Todos, caemos en la molicie de las palabras cómodas, que amortiguan el golpe del escándalo. Cuando vemos niños esclavos, trabajando por un euro para que vistamos barato y los benefactores de las patrias sigan forrándose, sus nenas calcen botas de montar corceles y se relacionen entre sus iguales, torcemos el gesto, no sea que se nos descoloque el invento de la tranquilidad.
A la traición le llamamos consenso. Al robo, le llamamos hacer negocio. A comprar voluntades, le decimos, influencer y así vamos andando como quien no quiere la cosa.
Y los conciábulos nunca tienen bastante. Miremos un ejemplo: un partido que abandonó su esencia marxista (recuerdan eso de que hay que ser socialista antes que marxista…nadie analizó lo que significaba) luego nos convenció que de entrada No, pero luego Sí, que el argumento había tornado al tomar el poder. Más tarde descapitalizó la industria patria, en aras de seguir parámetros europeístas que, nos contaron, traerían modernidad y progreso, cuando lo que trajo es más paro, y construyó un país de servicios y turismo . Más tarde desmantelaron sindicatos, compraron líderes, todo en aras de la paz social. Bendita socialdemocracia de tubo escaso. Tú sigues esclavo con utilitario e hipoteca y yo me quedo con la plusvalía. Más tarde, tragaron (mos) con la confraternización del fascio. Nada de cribas, nada de purgas, mejor reconvertir al fascista, unirlo al grupo. La República, si eso, para el futuro, que no urge, que estamos bien manteniendo la piara de Borbones, sus primos, cuñados, barraganas, amigos… El GAL, no cuenta, un poco de guindilla en la lucha antiterrorista, si tal, lo ocultamos que para eso está la cal. Todo por la reconciliación, ignorando que nadie puede reconciliarse si no hay catarsis, reconocimiento de culpa y asunción de perdón. Y tragamos. Más tarde llegó el 135, con nocturnidad y alevosía, pero ahí ya era tarde.
Luego derramamos lágrimas por una historia que jamás defendimos, que no protegimos y que apenas cultivamos. Y nos extraña que un tipo que desciende del Movimiento nos ponga bridas y yunque. No sé si lo merecemos, pero hemos opositado con fuerza.
Quiero acabar con mensaje positivo. Algunos se quejan de que la lucha salga a la calle, de que en la Universidad se grite, que haya manifestaciones en vez de caminar en orden y silencio. Hay mil veces más dignidad entre los que salen y gritan que en todos/as las mansas/os que se ungen el yunque sin piar. En las puñeteras calles, está la esperanza. En lo demás dejé de creer mucho antes de que dieran un golpe de estado en Ferraz. Por mucho que lo disfracen.