En días esquinados, como el que amanece,
cuando se levantan olas de sarmientos
que hieren el alma
y la enloquecen.
En días que amanecen fríos
servidos a despecho de esperanza,
envueltos en manto de silencio
donde todo acontece
sin prisa ni señal
de mejoría.
En días, como este,
a mí me gustaría,
enlodarme
en una cama espesa
quedarme quieta, ungida
en un perenne sueño que porfía
con el lecho profundo de la muerte.
En días como este
todo se hace nostalgia
y hasta las guedejas de mi pelo
me recuerdan la soledad
en que me mece
el viento solitario de la huida.
Santander-13—2016. 12,32