Nadie llora tu muerte en una esquina
oculta, apenada de la vida,
cuando caes de forma anónima
sin caireles, ni fastos
que abrumen la caída.
Apenas unos pocos se adelantan
a seguir el cortejo que te ampara
te conducen, despacio,
de forma bien callada
al sueño que te cobija
y te da sombra.
Nadie hará de tu nombre
jaculatoria o rezo mañanero
ni derramará lágrimas tempranas
sobre la lapida que acoge tu morada.
No saldrá en las noticias
el dislate, ni se harán tertulias
con tu muerte. Al fin
no eres nadie,
una más, una mujer banal,
hoja perdida que anda apenas sin dar cuenta.
Nadie dijo tu nombre
ni rezó al aire una oración
porque estás sola, caída en el asfalto
sin visita, sin canto ni esperanza
de que alguien amado, te recuerde.
Así mueren los hijos de los nadie
sin alharaca,
sin menoscabo de apariencia,
ni recodo que los guarde.
Santander- 13-7-2016. 15,41.
Hoy una mujer cayó de una ventana. Estaba sola, limpiando cristales en su casa. Nadie dijo su nombre. Estaba sola.