Me desprendo la rabia,
la pena, es imposible,
que late en mi interior
y que todo lo invade.
Rabia de no tenerte
envuelto entre mis brazos,
mecerte, como cuando niño
temías a la vida.
Entonces, yo te arrullaba
y te contaba un cuento,
lentamente, en escorzo,
te hacía ser valiente
y dejabas los llantos,
los miedos, los decoros,
para más adelante.
Rabia por no verte subir
esa empinada cuesta
que se llama la vida;
mirarte complacida,
crecer, como persona,
y contemplar lozano
como crecen tus hijos.
Rabia por no tenerte,
y no poder besarte,
compartir los momentos
dulces, parsimoniosos
que tanto nos gustaban.
Hablar, hablamos, madre,
me dices, casi siempre,
solo que en susurros
y a mi oído, musitas:
que me tienes delante
con miradas, con tientos
de dicha no esperada.
Así, con calma tensa,
me desnudo de penas,
de rabias, de cadenas
que anudan la garganta
cuando la voz se quiebra,
por no verte como antes.
Santander 12-6-14, 17,47. 154 días sin ti.