Como sin querer, se me instaló el desamparo
que ni tiene causa, motivo o razón
para sentirlo a cada rato
hasta llegar, helado, al corazón.
No es pena, ni nostalgia que se ampare,
tampoco miedo…aunque de todos lleva piezas,
trazos conversos de tristezas
que se unieron a viejas pesadumbres
y amalgamaron la prisión
en que se encierran hoy las carnes.
En mi descargo habla la suerte,
-absurda suerte- que hizo apaño
entre truenos y soliloquios
con algo parecido al accidente.
Mas no, no solo me acompaña
por esos lares, los viejos dolores conocidos,
porque a cada paso surgen nuevos contratiempos
acompañando a las viejas soledades
que saltan, cual fieras, al camino
que trazo cada mañana al levantarme.
Se me apagaron las estrellas
que lucían itinerantes por la vía
en que, paciente, caminaba a destemplanzas
de contratiempos y desgracias.
La luz difusa que manaba
del amor perpetuo que nutría
esta pobre alma, tan difusa,
que se nos perdió sin remisión,
y aunque ando renqueante y buscando
sustituto perentorio al desencanto,
a cada paso que voy dando…
siento más y más la turbia sensación
de que apenas queda tiempo
entre el despeño y la intención
de acabar pronto el camino
o intentar una nueva redención.
Siento que llevo, como lastre,
las viejas nostalgias mal cuidadas,
y un bagaje precario de certezas
que laceran con rabia el corazón.
Por eso refiero en esta esquela
que, sin darme cuenta ni razón,
se llenó mi casa de un enjambre
de soledades, tristuras mientras las penas
laceran y siembran con reparo
el desamparo que me abruma,
me cansa, me deja exhausta
sin apenas pausa ni quebranto
desesperanzada y sin posibilidad de redención.
María Toca Cañedo©
Santander-01-05-2022. 18,10