Socavado el cuerpo con el miedo
abrazada la mente al dolor
circunvalan momentos que resisten
a la llaga polvorienta del amor.
Del amor eterno, doloroso
de la ausencia que calcina
el momento, recordado
vivido, maltrecho, roto,
con la cobarde sensación de desespero,
con el llanto enhebrado de un ciclón.
Así la marea se agolpa
en la garganta, golpea,
sin tregua ni descanso el corazón;
lo ensimisma, lo atenaza
y lo hornea en el marasmo
de un furioso colofón
de rabia, de ausencia de falta de calor
y allí, en ese instante, se reseca y se ausenta.
Que el amor acaba, es un hecho
que el sentimiento roto
lacera, pespuntea y estremece
es razón diáfana que llega.
El tiempo no cura la herida,
olvida, si acaso y pertrecha
de costuras la sinrazón