Debiéramos hablar, gritar, si eso fuera preciso,
contar las malquerencias, las difusas batallas
que se fueron perdiendo.
Referir los antiguos dolores,
las esclavas de vigencias
que dejaron de serlo,
pensamientos baldíos,
cadenas que cortamos
paredes derruidas y vallas que saltamos.
Relatar los silencios, las contiendas ganadas,
o las lágrimas secas que quedaron prendidas
de unos ojos cansados…
Las noches sin dormir
se quebraron con llantos de un hijo que se fue,
– misterios horadados, por gritos de silencio-
y todas las malquerencias
que plantaron raíces en el jardín tardío
en que hoy me aposento.
Debiéramos gritar, ser más bravas que soles
-los dolores callados, los silencios robados
nos devoran- atrincheran cadenas
en torno a la cadera, impidiendo volar
y trocar realidades.
Debiéramos gritar, arrancando grilletes
a mordiscos, con puños encendidos
para regar las flores en jardines impíos.
María Toca Cañedo©
Santander-24-11-2022. 22,23.