Cada día, al cerrarse el sol
entre las tibias sombras
siento que muero un poco,
solo un poco, un instante
en el que todo acaba
y luego, la vida recomienza.
Se escapan los jirontes
de alientos encendidos
entre las sombras, huyen,
encelados, por las altas montañas
que esconden al sol muerto
hasta que la madrugada
lo libere de nuevo.
Torno a la nueva vida,
a la morada abierta
que me nace. Revivo,
torno a mí. Me sublevo
como si cada nuevo día
fuera tal que como la primera.
Por eso cuando de noche
cierro el telón de mis ojos
y cerceno la vista…
escapo, tal que penada
hacia cumbres bien altas,
sobrevolando rauda
al fin, al otro lado,
donde tienen morada
los no vivos, los que andamos
con pasos y sudarios.
M.Toca
Santander-7-06-2020.11,27.